EDITORIAL EL FUNDADOR 24 DE AGOSTO
Por Manuel Zaldivar
El amparo promovido contra el
emprendimiento "El Salvaje" pone una vez más en relieve la difícil
situación por la que estamos atravesando, donde la Justicia se ha convertido
en un "árbitro", muchas veces cuestionado, de una sociedad en donde
el consenso parece una figura utópica, y la sensación es de un "vale
todo", donde con razón o no, el único camino que resulta efectivo es la
acción directa. Sobran los ejemplos; Los diversos cambios en la playa, en donde
la Justicia
finalmente dio la razón a los emprendedores (con algunas excepciones); En
"Mandalay", la acción de los vecinos paró una obra que finalmente
quedó trunca. Otros emprendimientos, como "Chacras del Mar", fueron
edificados en silencio, y nada se pudo hacer ante el hecho consumado. También
existen casos de emprendimientos, como "Linda Bay", que más allá de
cumplir con las normas urbanísticas, son fuertemente cuestionados por su
impacto en el ambiente y el paisaje. En todos los casos, más allá de las
complejas normas y regulaciones provinciales a cumplir, se destaca la falta de
un "marco", de una norma local que sea clara en cuanto a qué se puede
y qué no se puede hacer Existe el Código Urbano, tantas veces vulnerado por la
vía de la excepción, o directamente ignorado ante la falta de vigilancia del estado
y la pasibilidad de los vecinos, pero es evidentemente una herramienta
desaprovechada. Más allá de los temas coyunturales, lo que falta es la
generación de un consenso; ¿Qué ciudad queremos? ¿Qué Partido queremos? El
crecimiento desordenado, en donde la regulación estatal llegó siempre detrás de
la iniciativa privada, debe quedar atrás. Si se llega a un consenso sobre qué
se puede y no se puede hacer, con la mayor parte de la sociedad de acuerdo con
una idea, las acciones directas, que desalien-tan inversiones y retrasan el
crecimiento que la ciudad necesita, ya no serán necesarias.
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