martes, 28 de enero de 2014
domingo, 26 de enero de 2014
Hasta hace unos años, desde aquí se veía el mar. Bandadas de
aves anidaban cerca de la orilla, entre las dunas. Resultaba enormemente
placentero verlas en esa parte encharcada de la playa, jubilosas, capturando
insectos como de adentro de un espejo.
Era uno de esos lugares adonde se iba a descubrir estrellas
y a contemplar la luna llena saliendo del océano. Después, los hoteles se
instalaron sobre la arena, lo que había estado prohibido hasta aquella
medianoche en que el intendente y unos concejales dejaron de tener fe en esa
limitación. La costa, desfigurada por la presión inmobiliaria, es ahora la
senda por donde pasan cuatriciclos en ráfagas ruidosas para perderse entre los
médanos, como buscando algo que nunca aparece. Aquella atmósfera de encanto fue
reemplazada por construcciones grandilocuentes que contribuyeron a destruir su
carácter y a expandir una luz venenosa, más propia de una autopista o de una
fábrica. Es el progreso, dicen.
El verdadero progreso
Por Luis Castelli
Por Luis Castelli
No diré a qué lugar corresponde esta descripción. Vale para
muchos, demasiados. Pues esta patología se expande entre un número creciente de
bellísimos sitios que carecen de una planificación orientada a resguardar de
manera adecuada sus valores esenciales. Aunque la gente que allí habita está
hondamente marcada por las características del medio, es usual que surjan
proyectos de infraestructura que ignoren y hasta promuevan valores sin relación
con la comunidad ni con el espacio que la rodea. Se trata, por lo general, de
propuestas ideadas por personas que no viven ni vivirán allí, pero que aseguran
que no es posible detener el progreso, que es irremediable. Están allí para
hacer un negocio, no para fortalecer la emoción estética que el sitio genera.
El progreso -según entienden- puede exigir resignarse a perder algo indispensable.
Es la creencia en el "mal necesario", a la que se agrega algo
particularmente destructivo: quienes tienen a su cargo la administración del
área suelen percibir sólo las ventajas y no los riesgos de incentivar
emprendimientos agresivos con el entorno. Parece la abolición de cualquier
integración de los proyectos individuales en un programa colectivo.
¿Podríamos llamar "progreso" a aquello que se
consigue a costa de los valores de una comunidad y su calidad de vida? El
progreso conduce a una mejora en el bienestar, pero su esencia excede al
despliegue de infraestructura, la generación de fuentes de trabajo para la mano
de obra ociosa o cualquier respuesta coyuntural que busque paliar una crisis.
Tampoco debe confundirse el progreso con la rentabilidad. El verdadero progreso
contempla la defensa de los valores que cada comunidad ha elaborado en armonía
con su hábitat.
Una de las causas que desencadenaron tantos conflictos
ambientales se relacionan con la idea de que el mero cumplimiento de las normas
-a menudo escasas en materia de planificación- garantiza la legitimidad de un
proyecto. Porque éste, además, debe recibir la escurridiza aprobación de la
comunidad local, esa licencia social que les otorga legitimidad. La
indiferencia hacia estos aspectos ha sido causa de numerosos e importantes
conflictos. Y lo seguirá siendo en el futuro. Subestimar problemas de esta
naturaleza no es sino el resultado de un pensamiento que no sabe más que
moverse por intereses puramente circunstanciales que pretenden sólo ganancias
inmediatas.
Entre las razones de estos conflictos se encuentra la
ausencia de una planificación que permita establecer cómo quiere la comunidad
disponer de su territorio: en qué lugar quisiera qué. La planificación
estratégica brinda el marco para el desarrollo de un territorio (sea éste una
provincia, un municipio, una región), estableciendo las metas que guiarán la
forma de conseguir el progreso buscado. Esas metas, discutidas de modo
participativo con todos los sectores de la sociedad, permiten preservar el
carácter del sitio y hace que los ciudadanos canalicen sus preocupaciones y
sugerencias en forma inteligente a través de un proceso edificante, que
fortalece la tan debilitada cultura cívica y, al mismo tiempo, limita la
posibilidad de adoptar decisiones con fundamento en urgencias coyunturales que
pudieran impactar de manera irreversible en el carácter y los valores locales.
Resulta inadmisible que aquello que la comunidad valora y
busca legítimamente proteger pueda desmantelarse mediante una decisión
inadecuada. La belleza de esos espacios responde a la relación entre las
características naturales y un conjunto de valores -históricos, culturales,
etcétera- forjados a través del tiempo con esfuerzo y gracias, seguramente, a
mucho talento. "Bello es lo que el tiempo no hace vulgar", decía Juan
Ramón Jiménez. Sin embargo, para destruir esa belleza basta a veces el acuerdo
entre unos pocos interesados. La única garantía para que esto no ocurra es
contar con una planificación adecuada que refleje los valores y la voluntad de
la comunidad.
Konrad Lorenz, etólogo distinguido con un Premio Nobel en
1973, solía destacar que entre quienes deben decidir si se construirá una
calle, una usina o una fábrica que destruirá para siempre la belleza de todo un
amplio paisaje, las consideraciones estéticas no juegan papel alguno. Parecería
que, desde el intendente de una pequeña comunidad hasta el ministro de Economía
de un gran Estado, existe una total unanimidad de criterio en cuanto a que la
belleza natural no merece sacrificio alguno de orden económico ni político. Por
eso, cuando no se cuenta con una planificación adecuada, es necesario que la
ciudadanía se involucre activamente ante cada caso que pudiera poner en riesgo
el carácter de un lugar. Es el sentido de porvenir lo que impulsa ese accionar,
a menudo colmado de adversidades: de allí que no exista fuerza más grande que
la oposición de una comunidad a una propuesta que atenta contra sus valores
esenciales. Y en esas circunstancias, las autoridades y los intereses que
buscan doblegar semejante fuerza saben, en lo más profundo, que están haciendo
algo ilegítimo.
No es imprescindible involucrarse y participar porque un
sitio sea bello: hay que hacerlo para que siga siéndolo. Quizá deberíamos
comenzar a comprender que el progreso se alcanza solamente cuando todo nuestro
patrimonio, natural o cultural, permanece a resguardo y no sucumbe a intereses
económicos o lealtades políticas. Plantearse con anticipación y de modo
integral hacia dónde se desea crecer probablemente constituya una mejora para
que el verdadero progreso se torne realidad. Tal vez así puedan evitarse los
profundos desencantos que generan los proyectos sustentados en la engañosa
identificación del progreso con un mal necesario o inevitable.
El autor es director ejecutivo de la fundación Naturaleza
para el Futuro
jueves, 23 de enero de 2014
SE LOGRÓ REGIONALIZAR LA DEFENSA
DEL MEDIO AMBIENTE COSTERO
El sábado 25 de septiembre con la participación de más de
cien vecinos, de veinticinco organizaciones y quince localidades, se
realizó la Primera Asamblea Regional en Defensa del Medio Ambiente
Costero que debatió por unas seis horas, haciendo un recorrido por la
temática que preocupa a las localidades de la costa desde Punta Rasa
hasta Pehuen-Có: basurales, robo de arena, pesca con redes de arrastre,
leyes de protección ambiental, antenas, etc. etc. La Asamblea Regional se realizó en Villa Gesell, en la Asociación vecinal del Sur y en un ambiente cargado de alegría por el primer encuentro específico de toda la costa bonaerense.
Se decidió comenzar a trabajar juntos en forma articulada, coordinar esfuerzos e intercambiar información que podría ser de utilidad en los distintos conflictos. Finalizó con el compromiso de realizar una segunda Asamblea Regional en Pinamar el 30 de octubre y una tercera en Mar del Plata en noviembre.
Asamblea Ciudadana de Villa Gesell
En defensa del médano costero
Organizaciones que participaron:
Alamar
ANA
APROA
Arte en el mar
AsambleaCiudadanaVillaGesell
Asoc. Civil Refugio. Amigos de la R. Pehuenco-Mte. Hermoso
Asoc. Habitat mas vida
Asoc. Vecinal del sur
Centro Cultural Mar Azul
Centro cultural Sta Teresita
Conicet Mar del Plata
Conserva tu playa
Ctro de estudios humanista
La comunidad para el desarrollo humano
MEDA
Mesa Redonda
Mov. Humanista
Nuevo encuentro
Parlamento Aymará
Planeta La Costa
Procostas
Proyecto Sur
Red ambiental Querandi
Reserva Puerto Mar del Plata
Union Aymara Rep. Arg.
Univ. MDP
Polémico proyecto hotelero en Villa Gesell
‘Mandalay’ en las arenas movedizas
El Municipio de la ciudad de
Villa Gesell autorizó la instalación de un mega emprendimiento hotelero
denominado “Mandalay” sobre los últimos médanos vírgenes de la costa
bonaerense. El complejo, que apunta a brindar “el mayor confort para un
público exigente”, incluye cocheras subterráneas y dos piletas de
natación. Si bien el Gobierno Municipal asegura que las obras “cumplen
con las normas vigentes”, la Asamblea Ciudadana de Gesell comprobó que
no cuentan con el debido Estudio de Impacto Ambiental. Un controvertido
proyecto resistido por numerosos vecinos y organizaciones que se
movilizan en defensa del ecosistema costero.
por Florencia Yanniello
(TV) Las dunas son acumulaciones de arena
generadas por la acción del viento y representan una parte esencial del
ecosistema de la costa, actúan como barreras naturales que protegen al
continente de las tormentas y de la entrada de agua salada, además de
ser los últimos espacios verdes vírgenes de la zona. Hace poco más de
un mes, la Municipalidad de Villa Gesell autorizó un movimiento de arena
de 400 metros de las Dunas Costeras, en la zona de barrio norte, 310 y
la playa, para la realización de un mega emprendimiento inmobiliario
denominado “Mandalay”. El proyecto se compone de 168 residencias de 1 y 2
dormitorios desarrolladas en 4 edificios de 42 unidades cada uno,
además incluye chocheras subterráneas y piletas de natación.
Los vecinos del concurrido balneario,
preocupados por la inminente destrucción de los médanos y la inacción de
quienes deberían fiscalizar emprendimientos de tal magnitud, comenzaron
a realizar presentaciones ante organismos municipales y provinciales y a
movilizarse para proteger el ecosistema costero.
“Todo este conflicto se inicia a raíz que
la Municipalidad aprueba, en principio temporalmente, que un mega
emprendimiento inmobiliario se instale en los últimos médanos vírgenes
de Villa Gesell. A partir de que las maquinas empezaron a cavar para
iniciar la construcción, los vecinos comenzamos a preguntarle al Concejo
Deliberante de qué se trataba el proyecto y fuimos al Municipio a pedir
explicaciones al Secretario de Planeamiento de Obras Públicas”, expresa
Daniel Fernández, vocero de la Asamblea Ciudadana en Defensa del Médano
Costero.
En la página web del emprendimiento
Mandalay, anuncian que “se prevé el desarrollo de un proyecto de
inversión, bajo la modalidad de Fideicomiso Inmobiliario, cuyo
desarrollo versará sobre un Condominio, conformado por la construcción
de 4 complejos urbanísticos residenciales de primer nivel con una
superficie total aproximada de 2.1000 metros cuadrados”. Sin embargo,
aseguran que se cuidará “la perfecta armonía e integración ecológica con
el entorno, para no producir ninguna ruptura ni deterioro del paisaje
circundante”.
El 7 de junio, los vecinos presentaron
ante el Honorable Consejo Deliberante de Villa Gesell un escrito
mediante el cual solicitaban los planos de obra aprobados de acuerdo a
la normativa vigente y el estudio de impacto ambiental del
emprendimiento. Además, exigieron que se les informe la fecha de la
última fiscalización y si existía en trámite alguna causa contra el
emprendimiento Mandalay. Luego de reunirse con la Comisión de Turismo y
Medio Ambiente y con el secretario de Planeamiento Obras y Servicios
Públicos, el Arquitecto Luis Castellani, se logró comprobar que el
emprendimiento no contaba con los Planos de Obra Aprobados, ni con el
debido Estudio de Impacto Ambiental.
“Al ver que no teníamos respuestas de
ningún organismo, un grupo de vecinos junto con algunos guardaparques
municipales y ambientalistas, nos movilizamos hasta el médano y pusimos
el cuerpo delante de las maquinas impidiendo que continúen la extracción
de arenas”, manifiesta Fernández.
A finales de junio, el Juez Marcelino
Escobar del Departamento Judicial de Dolores, interpuso una medida
cautelar para que se detengan las obras, solicitada por el Centro de
Orientación y Defensa al Consumidor (CEODECO), una asociación civil sin
fines de lucro de Villa Gesell. Los vecinos consideraron que se trataba
de un avance, pero que al no ser una medida definitiva, debían
continuar con la lucha por la preservación de las dunas costeras.
“Nosotros hicimos varias denuncias en distintos organismos provinciales y
nacionales, en la OPDS -Organismo Provincial para el Desarrollo
Sostenible de la Provincia de Buenos Aires-, en al Fiscalía General de
la Nación también, y finalmente se acercaron hasta el médano costero
peritos y representantes de la Fiscalía. Vinieron, tomaron fotografías y
se las llevaron para evaluar, no sabemos cómo sigue ese trámite,
nosotros lo que tenemos pensado hacer próximamente es una denuncia”,
adelanta Fernández.
40 noches en el médano
Los vecinos mantienen hace más de un mes
un acampe en el médano con el objetivo de frenar las obras del
emprendimiento hotelero. Luego de varias semanas de pernoctar en la
costa, comenzaron a realizar charlas informativas y actividades
culturales y artísticas para advertir a la comunidad de Gesell acerca de
la importancia de preservar el sistema de dunas costeras. Luego de
varios abrazos simbólicos al médano, recitales, clases abiertas de yoga y
charlas debate sobre el ecosistema costero, se conformó la Asamblea
Ciudadana.
“Desde el 5 de junio estamos instalados
en el médano manteniendo un campamento, Al principio nos resguardábamos
en las casas próximas y después la gente se fue solidarizando y nos fue
alcanzando cosas, un vecino trajo leña, otro trajo una carpa y así nos
fuimos equipando. Además recibimos colaboración de la gente que se daba
cuenta de lo que estaba pasando y lo que estábamos haciendo”, cuenta
Daniel Fernández.
Mucha fue la gente que se acercó al
acampe para informarse y adherir a la causa. Si bien comenzaron siendo
un pequeño grupo de vecinos, las últimas asambleas fueron
multitudinarias. “El acampe lo que está asegurando que el tema
continúe, nosotros la primera vez le pusimos en frente de la maquina y
le dijimos ‘no’. Otras veces que intentaron entrar, llamamos a la
policía y los sacaron”, explica el vocero. Además, la permanencia de los
vecinos en la playa impidió que se alambre la zona, ya que la empresa
había corrido los mojones a 50 metros del mar. En este sentido,
Fernández señala: “Está todo el predio alambrado, hay dos hectáreas de
playa y lo que se ve es un alambre de 1.80 metros de altura, con postes
cada 5 metros, con 4 garitas policiales, guardias de seguridad y
perros. O sea es una cosa increíble, en Villa Gesell nunca se vio esto”.
Los reclamos de la Asamblea no radican
únicamente en que se quite el alambrado, ellos piden que se paralicen
definitivamente las obras. “Queremos que se respete la altimetría
natural del relieve de la playa y si para eso hay que expropiar este
lugar, que se expropie”, aclara el vocero.
Los médanos, reservas de biodiversidad costera
“Para Villa Gesell y toda la costa, las
dunas costeras son una parte esencial, todavía no hemos cobrado
consciencia de lo que significa que se rompa el cordón de dunas costeras
que protegen al continente de las tormentas, de la entrada del mar. Si
el mar pudiera entrar, como ha pasado en otros lugares de la costa
atlántica, esa agua salada se incorporaría a las napas de las aguas
dulces y se contaminarían las reservas para consumo humano. Es una
locura lo que se quiere hacer”, expresa Daniel Fernández.
Según el manual “Dunas costeras de la Pampa Austral. Biodiversidad, ecología y conservación”, realizado
por investigadores del Proyecto Costas Bonaerenses -dedicado a
describir las características naturales de los ecosistemas de dunas y
playas del sur de la región pampeana y alentar su conservación-, las
dunas son la defensa natural de la costa frente a los eventos erosivos
del mar, amortiguando la erosión del oleaje y las mareas
extraordinarias. De esta manera, brindan protección a las comunidades
humanas que habitan la costa y generan el hábitat necesario para muchas
especies de plantas y animales nativos. Actúan de “manera irremplazable”
en la preservación de la biodiversidad costera y filtran y almacenan
agua dulce en profundidad, de la cual se abastecen las poblaciones
humanas residentes en la costa.
Según este informe, la principal amenaza
sobre los hábitats y la biodiversidad en los ecosistemas de dunas es el
avance invasivo de la urbanización y el excesivo desarrollo de las
prácticas forestales, ya que “fijan los sedimentos produciendo
desbalances en su ciclo de transporte, fragmentan y restan superficie a
los ambientes naturales, afectan el acuífero y son causa de ingreso de
especies exóticas invasoras”. En este sentido, los investigadores
advierten que “proteger el sistema de dunas en su estado natural,
garantiza que se preserven sus valiosas funciones y su diversidad
biológica”.
El informe indica que aunque los
ecosistemas naturales de la costa atlántica bonaerense enfrentan una
crítica situación debido al avance de obras humanas que los fragmentan y
modifican severamente, este sector aún mantiene un buen estado de
conservación y alberga riquezas naturales “que merecen la implementación
de efectivas medidas que los protejan”. Los investigadores manifiestan
que se han censado más de 100 especies de plantas terrestres nativas y
otras tantas de aves marinas, playeras y de pastizal, entre las que
citan especies migratorias, vulnerables y amenazadas, además de
mamíferos, reptiles y anfibios, de los cuales algunos sólo habitan esta
parte del mundo.
Aportar un granito de arena
A pesar de que rige una medida cautelar
que paraliza las obras del emprendimiento, Mandalay anuncia en su sitio
web el lanzamiento de la preventa de la primera etapa del proyecto:
“Esta etapa comenzará su construcción luego de temporada estival y
durante un periodo de 24 meses se finalizará con el primero de los
cuatro módulos del proyecto: Mandalay Aqua, que incluye la construcción
de 48 unidades cuidadosamente proyectadas destinadas a aquellas personas
que quieren disfrutar sus vacaciones en total armonía con el ambiente y
en un lugar único”.
Es por eso que la Asamblea Ciudadana no
baja la guardia, continúa sesionando semanalmente y trabajando en
comisiones. Las reuniones son cada vez más numerosas y se vive un clima
de alegría por los logros conseguidos hasta el momento. Los domingos,
un centenar de vecinos se acercan hasta el médano de 310 y la playa
para debatir, evaluar y decidir acciones.
En las últimas reuniones se acordaron dos
puntos importantes: por un lado continuar con el campamento que da
presencia al reclamo y por el otro, realizar una presentación desde la
Asamblea, solicitando un nuevo amparo judicial. Además, los vecinos
reafirmaron que el reclamo es pacífico y que el objetivo es la
paralización definitiva las obras de Mandalay sobre la duna costera.
Denunciaron también, que la vegetación que cubre la duna sigue siendo
talada por los guardias de seguridad de Mandalay y se renovaron los
cuestionamientos sobre la legalidad de la empresa de seguridad, de la
cual no se conoce ni el nombre, ni el numero de registro y cuyos
guardias no están identificados.
En este sentido, la Asamblea exigió al
Gobierno Municipal que designe un responsable del área de medioambiente,
“una persona capacitada que oriente políticas tendientes a solucionar
los graves problemas ambientales de la ciudad y que pueda ser
interlocutor de los vecinos movilizados por estos temas”. “Como
Asamblea Ciudadana vamos a presentar un recurso de amparo, hicimos un
listado de los problemas ambientales de Villa Gesell y estamos pidiendo
al Municipio que nombre un Secretario de Medioambiente porque en Gesell
no hay políticas medioambientales”, agrega Daniel Fernández.
Hace algunas semanas los vecinos editaron
un material educativo para concientizar sobre la importancia de
preservar el médano y empezaron a realizar charlas informativas a cargo
de geólogos y biólogos. Con iniciativa y perseverancia, cada domingo en
asamblea se renuevan las energías para defender “con fuerza y alegría”
el medioambiente costero.
Más información: http://www.facebook.com/group.php?gid=130907873594587&v=info&ref=ts#!/group.php?gid=130907873594587&ref=ts
En Linda Bay en el ingreso y egreso a la playa.
Cerraron la calle sin permiso del municipio.(???) Es una calle pública.
Una de las pocas entradas y salidas de ambulancia.
Se adueñaron de la calle.????
De la playa!!!!!?
El verdadero progreso Por Luis Castelli
Hasta hace unos años, desde aquí se veía el mar. Bandadas de
aves anidaban cerca de la orilla, entre las dunas. Resultaba enormemente
placentero verlas en esa parte encharcada de la playa, jubilosas, capturando
insectos como de adentro de un espejo.
Era uno de esos lugares adonde se iba a descubrir estrellas
y a contemplar la luna llena saliendo del océano. Después, los hoteles se
instalaron sobre la arena, lo que había estado prohibido hasta aquella
medianoche en que el intendente y unos concejales dejaron de tener fe en esa
limitación. La costa, desfigurada por la presión inmobiliaria, es ahora la
senda por donde pasan cuatriciclos en ráfagas ruidosas para perderse entre los
médanos, como buscando algo que nunca aparece. Aquella atmósfera de encanto fue
reemplazada por construcciones grandilocuentes que contribuyeron a destruir su
carácter y a expandir una luz venenosa, más propia de una autopista o de una
fábrica. Es el progreso, dicen.
No diré a qué lugar corresponde esta descripción. Vale para
muchos, demasiados. Pues esta patología se expande entre un número creciente de
bellísimos sitios que carecen de una planificación orientada a resguardar de
manera adecuada sus valores esenciales. Aunque la gente que allí habita está
hondamente marcada por las características del medio, es usual que surjan
proyectos de infraestructura que ignoren y hasta promuevan valores sin relación
con la comunidad ni con el espacio que la rodea. Se trata, por lo general, de
propuestas ideadas por personas que no viven ni vivirán allí, pero que aseguran
que no es posible detener el progreso, que es irremediable. Están allí para
hacer un negocio, no para fortalecer la emoción estética que el sitio genera.
El progreso -según entienden- puede exigir resignarse a perder algo indispensable.
Es la creencia en el "mal necesario", a la que se agrega algo
particularmente destructivo: quienes tienen a su cargo la administración del
área suelen percibir sólo las ventajas y no los riesgos de incentivar
emprendimientos agresivos con el entorno. Parece la abolición de cualquier
integración de los proyectos individuales en un programa colectivo.
¿Podríamos llamar "progreso" a aquello que se
consigue a costa de los valores de una comunidad y su calidad de vida? El
progreso conduce a una mejora en el bienestar, pero su esencia excede al
despliegue de infraestructura, la generación de fuentes de trabajo para la mano
de obra ociosa o cualquier respuesta coyuntural que busque paliar una crisis.
Tampoco debe confundirse el progreso con la rentabilidad. El verdadero progreso
contempla la defensa de los valores que cada comunidad ha elaborado en armonía
con su hábitat.
Una de las causas que desencadenaron tantos conflictos
ambientales se relacionan con la idea de que el mero cumplimiento de las normas
-a menudo escasas en materia de planificación- garantiza la legitimidad de un
proyecto. Porque éste, además, debe recibir la escurridiza aprobación de la
comunidad local, esa licencia social que les otorga legitimidad. La
indiferencia hacia estos aspectos ha sido causa de numerosos e importantes
conflictos. Y lo seguirá siendo en el futuro. Subestimar problemas de esta
naturaleza no es sino el resultado de un pensamiento que no sabe más que
moverse por intereses puramente circunstanciales que pretenden sólo ganancias
inmediatas.
Entre las razones de estos conflictos se encuentra la
ausencia de una planificación que permita establecer cómo quiere la comunidad
disponer de su territorio: en qué lugar quisiera qué. La planificación
estratégica brinda el marco para el desarrollo de un territorio (sea éste una
provincia, un municipio, una región), estableciendo las metas que guiarán la
forma de conseguir el progreso buscado. Esas metas, discutidas de modo
participativo con todos los sectores de la sociedad, permiten preservar el
carácter del sitio y hace que los ciudadanos canalicen sus preocupaciones y
sugerencias en forma inteligente a través de un proceso edificante, que
fortalece la tan debilitada cultura cívica y, al mismo tiempo, limita la
posibilidad de adoptar decisiones con fundamento en urgencias coyunturales que
pudieran impactar de manera irreversible en el carácter y los valores locales.
Resulta inadmisible que aquello que la comunidad valora y
busca legítimamente proteger pueda desmantelarse mediante una decisión
inadecuada. La belleza de esos espacios responde a la relación entre las
características naturales y un conjunto de valores -históricos, culturales,
etcétera- forjados a través del tiempo con esfuerzo y gracias, seguramente, a
mucho talento. "Bello es lo que el tiempo no hace vulgar", decía Juan
Ramón Jiménez. Sin embargo, para destruir esa belleza basta a veces el acuerdo
entre unos pocos interesados. La única garantía para que esto no ocurra es
contar con una planificación adecuada que refleje los valores y la voluntad de
la comunidad.
Konrad Lorenz, etólogo distinguido con un Premio Nobel en
1973, solía destacar que entre quienes deben decidir si se construirá una
calle, una usina o una fábrica que destruirá para siempre la belleza de todo un
amplio paisaje, las consideraciones estéticas no juegan papel alguno. Parecería
que, desde el intendente de una pequeña comunidad hasta el ministro de Economía
de un gran Estado, existe una total unanimidad de criterio en cuanto a que la
belleza natural no merece sacrificio alguno de orden económico ni político. Por
eso, cuando no se cuenta con una planificación adecuada, es necesario que la
ciudadanía se involucre activamente ante cada caso que pudiera poner en riesgo
el carácter de un lugar. Es el sentido de porvenir lo que impulsa ese accionar,
a menudo colmado de adversidades: de allí que no exista fuerza más grande que
la oposición de una comunidad a una propuesta que atenta contra sus valores
esenciales. Y en esas circunstancias, las autoridades y los intereses que
buscan doblegar semejante fuerza saben, en lo más profundo, que están haciendo
algo ilegítimo.
No es imprescindible involucrarse y participar porque un
sitio sea bello: hay que hacerlo para que siga siéndolo. Quizá deberíamos
comenzar a comprender que el progreso se alcanza solamente cuando todo nuestro
patrimonio, natural o cultural, permanece a resguardo y no sucumbe a intereses
económicos o lealtades políticas. Plantearse con anticipación y de modo
integral hacia dónde se desea crecer probablemente constituya una mejora para
que el verdadero progreso se torne realidad. Tal vez así puedan evitarse los
profundos desencantos que generan los proyectos sustentados en la engañosa
identificación del progreso con un mal necesario o inevitable.
El autor es director ejecutivo de la fundación Naturaleza
para el Futuro
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